"La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero quizá sea
igualmente vano esforzarse por comprender el pasado, si no se sabe nada del presente" M. Bloch

miércoles, 27 de febrero de 2013

Madrid (1936), por Pablo Neruda

El chileno Pablo Neruda escribió este poema sobre los bombardeos de la capital española durante la Guerra Civil. Es sencillamente impresionante, más aun acompañado de estas imágenes del documental Canciones para después de una guerra (1971), de Basilio Martín Patino, que podéis ver aquí. Dejo el vídeo y la transcripción más abajo. (Advertimos que las imágenes del vídeo pueden herir la sensibilidad del espectador)



Madrid (1936)

Madrid sola y solemne, julio te sorprendió con tu 
alegría
de panal pobre: clara era tu calle, 
claro era tu sueño.
             Un hipo negro
de generales, una ola
de sotanas rabiosas
rompió entre tus rodillas
sus cenagales aguas, sus ríos de gargajo.

Con los ojos heridos todavía de sueño,
con escopeta y piedras, Madrid, recién herida,
te defendiste. Corrías
por las calles
dejando estelas de tu santa sangre,
reuniendo y llamando con una voz de océano,
con un rostro cambiado para siempre
por la luz de la sangre, como una vengadora
montaña, como una silbante
estrella de cuchillos.

Cuando en los tenebrosos carteles, cuando en
las sacristías
de la traición entró tu espada ardiendo, 
no hubo sino silencio de amanecer, no hubo
sino tu paso de banderas,
y una honorable gota de sangre en tu sonrisa.

(Explico algunas cosas)

Preguntaréis: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?

Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio 
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
        Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
        Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
       Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
      Hermano, hermano!

Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
        pescados hacinados,
contextura de techos con el sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras 
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces el fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.

Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiarían!
Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!

Generales
traidores:
mirar mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

--

Contenido en España en el corazón. Himno a las glorias del pueblo en guerra (1936-1937)

http://www.eurolatinnews.com


Saludos

lunes, 18 de febrero de 2013

Lord Byron, sobre el amor

Incluido en el Canto Cuarto de Las peregrinaciones de Childe-Harold:

CXXI
¡Oh, amor! Tú no habitas este mundo: serafín invisible, creemos en ti, y los mártires que proclaman tu culto son los amantes cuyo corazón ha sido destrozado: pero ningún mortal ha logrado verte hasta ahora, jamás te contemplará tal cual debes ser; la imaginación te ha creado de la misma manera que ha poblado el cielo, con el capricho de sus propios deseos. Esta forma, esta imagen, que ha dado a un pensamiento, persigue incesantemente el alma consumida por una sed devoradora, agotada por la fatiga y las torturas que la desgarran.

CXXII
El alma, asqueada de la belleza natural, se crea en sus delirios seres imaginarios. ¿Dónde están los rasgos que vislumbró el genio del escultor? Solamente existen en su fantasía. ¿Podrá mostrarnos la naturaleza algún objeto tan bello como ellos? ¿Dónde están los encantos y las virtudes que nos atrevemos a concebir en la juventud, continuándolos en nuestra edad madura? Paraíso ideal al que tendemos en vano y que constituye nuestra desesperación, tú eres el que extravías el pincel y la pluma que quisieren reproducirte con todo tu esplendor.

CXXIII
El amor es un delirio... es la demencia de la juventud, pero su curación es todavía más amarga. Cada día que pasa arrebata uno de los atractivos a nuestros ídolos; finalmente, descubrimos que no poseen el mérito ni la belleza con que habíamos adornado sus formas ideales. El hechizo fatal subsiste todavía; nos domina, y recogemos las tempestades que sembramos: el corazón, obstinado como el alquimista aferrado a la búsqueda de un tesoro que no existe, créese más rico a medida que se aproxima a la miseria.

CXXIV
Nos vamos ajando a partir de la juventud; nos fatigamos, llevando en nuestro pecho una llaga cruel. No conocemos el remedio, no podemos apagar nuestros labios ardientes. Algunas veces, hacia el ocaso de la vida, algún fantasma parecido a los que perseguíamos en tiempos pasados, viene a seducirnos un instante. Por desgracia es demasiado tarde... entonces nos creemos doblemente desdichados. El amor, la gloria, la ambición, la avaricia, todo es inútil, todo nos pierde; los mismos meteoros, bajo distintos nombres, descarrían nuestros pasos, y la muerte es el negro vapor en el que se desvanece su llama.

Lord Byron en traje albanés, por Thomas Phillips



¿Qué os parece su opinión sobre el sentimiento del amor? ¿Algo pesimista, quizá? Está claro que hay muchas maneras de amor: el amor que se siente por una madre, el que se siente por un hermano, por los amigos, por tu amada o amado... Byron hace referencia aquí a este último tipo de amor, sin duda. Todos nos hemos enamorado alguna vez. Seguramente, el primer paso consistiría en definir qué es el amor, para comenzar a discutir más tarde si es algo real o imaginario. No seré yo quien ofrezca una definición del amor, pues desconozco si alguien lo hizo alguna vez de manera satisfactoria. Es probable que tenga mucho de idealización de la figura amada, de ficción creada por el corazón amante, ficción que con el tiempo va dejando paso a la realidad. Supongo que el amor, en ese sentido "ideal", acaba por evaporarse a favor de otro tipo de amor, el que sentimos por la otra persona pese a sus patentes imperfecciones. Creo que el amor, entendido así, no consiste tanto en tener a nuestro/a amado/a en un aura de divinidad como en ofrecernos a él o ella de una manera sincera y desinteresada y, por supuesto, en tener la suerte de ser correspondidos. El amor es parte de la vida y, como ésta, está lleno de luces y de sombras, nos puede dar algunos de los mejores y algunos de los peores momentos de nuestras vidas. Hay quien, ante el riesgo, prefiere pasar a hurtadillas por sus fronteras, previniéndose así contra los grandes sentimientos. ¿Es una actitud conservadora y algo cobarde? Eso creo yo, aunque lo respete. También puede tratarse de una consecuencia de la continua experimentación insatisfactoria, de una huida ante el fracaso. Puede llegar a preferirse la seguridad del no amor a los sobresaltos y torturas de este continuo desconocido, tantas veces incierto y caprichoso. A saber por qué pruebas de Cupido pasó el pobre Byron para escribir estas letras...

Saludos


sábado, 16 de febrero de 2013

Oda a la pacificación, por Mario Benedetti

Siento la escasez de entradas. Quinto de carrera ha entrado con todo -y le hemos entrado con todo a quinto de carrera- y no me veo con mucho tiempo libre para pensar en y escribir para el Blog. En verano ya será otro cantar, pues material tengo cada vez más.
Os dejo un genial poema del uruguayo Benedetti (1920-2009), lleno de ironía, que acabo de escuchar y, sencillamente, me ha encantado.



Casi podríamos acabar nuestras oraciones cada noche con un: y líbranos de la "paz", amén.

http://persuasionpoints.com
Saludos